21 de abril de 2009

Rec

Incesantes bailotean, rebotan en paredes de hueso intentando escapar pero logras detenerlos. Son esos nombre que alguna vez dejaste entrar en esa jaula blanca de marfil para tratar de no dejarlos escapar.

Muchas veces preferís sacarlos cuanto antes, otras haces lo imposible por no dejarlos escapar.

Son recuerdos, talvez frágiles como burbujas o rígidos como adoquines. Hermosos como la luz de luna, o detestables como ese nudo en el pecho.

Es hermoso ver como de a poco esos recuerdos rígidos como adoquines aparecen en tu piel como un tatuaje rustico garabateado con tinta china y aguja de coser. Es hermoso sentir que quedaran estampados para siempre.

A veces te preguntas donde volverás a encontrar a los productores de estos recuerdos, creo que no es sencillo, cuando sabes que fueron los artistas creadores de ese tatuaje, saber que no podrás escuchar sus sonidos, olfatear sus olores, sentir su calor.

Ahora solo te pedio una cosa, simple pero enorme, así hayan pasado 30 años desde que leíste este texto, cerrá tus ojos, inhala profundo, toca con tus dedos el aire, escucha tus latidos y recordá esas letras que conforman los nombres de aquellos artistas que tatuaron tu piel. Vas a ver que sencillo es poder volver el tiempo si logras transformar esos recuerdos en pesados adoquines.

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Los recuerdos no mueren, los recuerdos son la raíz del alma y el nutriente de nuestros actos presentes.

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"La conciencia que basamos en él es demasiado vaporosa. Lo que acabamos de decir, leer o hacer se convierte, un instante más tarde, en pura irrealidad. Existe sólo en nuestra memoria, y así toda nuestra vida, todo nuestro mundo. Lo que logramos definir como real es únicamente ese momento infinitesimal de presente, que ya ha pasado en cuanto queremos pensar en él. (...)"

Michael Ende - La Prisión de la Libertad