4 de mayo de 2009

13:33...

05:30, el grito interno de un reloj plateado lo despierta. Abre sus ojos, y en ese mismo instante el olor a humedad tatuado en las paredes inunda su nariz.

Afuera estaba frío, el césped cubierto con la pálida helada matutina, los vidrios empañados frustrando la vista del amanecer.

Recostado en su cama, pelea contra la fuerza de la pereza que lo abraza y acuesta de nuevo. Consigue las fuerzas necesarias, y de un salto de incorpora en si, desenredando el nudo de sabanas celeste pálido que tenia amarrado a sus piernas.

Hurgando en un placard de roble antiguo, encuentra la bufando rayada que lo acompaña todos sus inviernos; se mete una camiseta atacada en algunos rincones por las polillas nocturnas, después entra en un suéter azul oscuro un poco desteñido y con olor a naftalinas, para después encerrarse en un pantalón marrón de corderoi con el mismo aroma que inundaba la habitación y el mismo placard.

Caminando con un ritmo lento se aleja del cuarto para lograr despabilarse con un poco de agua fresca en su cara. Se mira al espejo unos instantes tratando de poder responder las preguntas que surgieron en el mismo momento que la humedad invadió su nariz.

El cuarto de cocina, aun oscuro, parecía estar a la intemperie por el frío que se filtraba por la vieja ventana de madera y vidrios sucios. Prende la cocina y el ambiente cambia en un instante.

El mate diario, esperaba dormitando en un rincón de la mesada junto a los elementos necesario para concretar este ritual tan rutinario, a veces milenario.

06:25, Decidido a todo, abre la puerta que desemboca a la calle, y enfrentando al poder del frío matutino se aleja del calor del hogar.

El movimiento en la ciudad aun es pobre, son pocos los transeúntes que sufren tanto como el esos 2 grados de temperatura que logran congelar y poner morada su nariz.

En su cabeza daba vuelta esa decisión tomada hacia algunos días, y el miedo lo abordaba, lo llenaba de preguntas que no sabia si alguna vez iba a lograr responder.

07:55, ingresa por última vez a su lugar de trabajo, no saluda, no habla, no mira. Decide sentarse, y esperar a que el reloj marque el horario de partida. Quizás rompería un par de reglas y dejaría su puesto unas horas antes, y así conseguir lo que estaba necesitan para poder llevar a cabo el plan previsto para ese 23 de Noviembre.

10:30, las ansias lograron arrancarlo de la silla de oficina, y sin saludos ni palabras se retiro.

Cruzo la puerta sabiendo que esa seria la ultima vez, pero decidido a no pensar en nada mas.

Camino unas cuadras, y encontró esa cruz verde que necesitaba. Ingreso a la farmacia y compro algunas tabletas de pastillas de varios colores, pago el costo de estas, y con su cabeza gacha, salio del local.

El frío ya era menos intenso, aunque el viento soplaba con muchas ganas arrastrando las hojas amarillas que por falta de fuerzas fueron cayendo de su sostén.

Llega a su puerta, se pone de espaldas a ella, mira a su alrededor, como fotografiando los recuerdos y momentos vividos en ese barrio hostil para poder llevárselos tal vez en la caja de cristal que guarda en su interior.

13:12, después un almuerzo liviano y rápido se queda mirando los ambientes, quizás intentando encontrar la respuesta que le falta, o quizás fotografiando los momentos como había hecho en su puerta.

Decidido y con mas ganas que nunca toma un vaso de vidrio antiguo lleno de agua, lo posta sobre la mesa y como un barman con un master en farmacología, arma un coctail de pastillas multicolores en su boca.

El trago fue mas amargo que ningún otro, pero el creía que ese seria el elixir de la felicidad.

13:25, sus ojos se ponen pesados, tanto como bolsas llenas de cemento. La respiración se vuelve lenta y cada vez más profunda, los pulmones van quedando cada vez más deshabitados con cada segundo que pasa.

Con las pocas fuerzas que a su cuerpo le quedaban, tomo una lapicera negra, un papel arrugado y amarillento para escribir 19 palabras que lograrían desahogar un poco el dolor que sentía.

13:28, tres minutos fueron suficientes para aplacarlo aun más.

Cada pestañeo de sus ojos era como la proyección de una película muda con imágenes de su corta vida. Palabras, nombres, lugares, olores, sabores, sensaciones, sentimientos ocupaban el lugar de la sangre que debía correr por sus venas.

13:33, la ultima imagen aparece en su cabeza, era imposible olvidar su holor femenino, sus gestos delicados, su sonrisa enmarcando esos dientes de marfil.

El ultimo suspiro fue débil, y el viento de este borro esa cara para siempre.

La luz desapareció, el frío ya no se sentía como antes, el olor no era perceptible. Se fue.

13:35 En ese mismo momento, alguien irrumpe en su puerta gritando con lagrimas en sus ojos.

Perdón, había olvidado de nombrar su ultimo llamado telefónico.

Ya era tarde, yacía inmóvil en el suelo húmedo y frío. Son ojos estaba como prensados, con un par de lagrimas recorriendo sus recovecos.

13:38El pedazo de amarillento papel fue descubierto, dos ojitos color te, con lagrimas acumuladas, recorrieron las 19 palabras, permitiendo que la portador de esas dos hermosas esferas marrones entendiera el porque de este fin a la historia.

“Hoy ya no estoy pensando en vos, es igual para mi, al fin tu amor se seco en mi.”